Si les preguntara a cada uno de ustedes que me dieran un titular acerca de la sociedad que nos circunda: la mayoría, quizás la totalidad de ellos serán negativos.

En nuestra sociedad más que nunca se ha instaurado la desilusión. Por primera vez todas las generaciones están entremezcladas con un elemento común: la desilusión.

En esta era en la que todo se cataloga, todo tiende a un tranquilo y cruento ocaso.

Cuando
todo se cataloga,
la creación
es un producto de ocasión.

La vida mecánica

Curiosamente cuando observo a personas jóvenes, demasiado etiquetados y confinados en una estructura rígida de pensamiento; en ellos todo pasa rápido y mecánicamente.

Mismos teléfonos, mismas redes sociales, mismas etiquetas para terminar por ser pasto de un tiempo que se consume sin esperanza.

La falta de aprendizaje con su entorno más cercano, y la búsqueda de referentes alejados de su cultura geográfica les globaliza en una infelicidad constante.

Cuando
nos anudamos
a nuestras raíces,
somos
un árbol
que puede trepar
en busca de un sol.

El hecho de vivir en la rutina, y no en lo cotidiano: hará que los días amanezcan en un horizonte detenido.

El bienestar y la vida mecánica

Los artífices de esta sociedad contemplativa han conseguido con un estoico esfuerzo que sus habitantes dejen de aportar lo mejor de sí mismos.

Instaurando la cultura del ocio, se han puesto vendas a la realidad.

Cuando las personas se acomodan únicamente en un sistema de transacciones económicas, el alma deja de vibrar. Todas las emociones se anulan.

Todo
lo que deja de existir,
termina
por olvidar su historia.

Debemos intentar acomodarnos a la cultura de las emociones. Las emociones son las únicas que nos pueden regalar la vida.

Cuando la vida deja de ser mecánica y pasa a ser caótica es cuando la venda se desprende de nuestra mirada eclipsada.

En ese momento entenderemos que esa desilusión era únicamente una «desilusión material».

Entonces, comenzaremos a vivir con ilusión.

La cultura del equilibrio

Sólo en la oscilación dentro del equilibrio se puede hallar la felicidad.

Para ser feliz
no se debe buscar la felicidad,
se debe de buscar
tu felicidad.

Al ser seres gregarios, los mandatarios necesitan imperiosamente que la masa social busque un equilibrio asociado al bienestar.

Ese equilibrio sólo se encuentra en los extremos.

Todas las ideas extremistas que están aflorando exacerbadamente en los últimos años: populismos, autarquías, regímenes dictatoriales… Todos ellos pertenecen a un extremo.

Los extremos son nítidas zonas de seguridad. Los extremos siempre han correspondido a las personas jóvenes. Es del todo entendible, ya que en nuestra precoz juventud carecemos de formación, y de un manojo infinito de inseguridades.

No obstante, al proliferar las ideas extremistas en la sociedad, ésta tiende a la polarización.

Podemos entender con ello, que vivimos en una «sociedad infantilizada».

Cuando la masa social está confinada en los extremos, es fácilmente manipulable.

La cultura del desequilibrio

Cuando un individuo abandona el extremo, y se acerca paulatinamente al centro va creciendo gradualmente.

El abandono de los extremos nos proporciona una óptica henchida de dualidades.

El desequilibrio
es
la balanza del crecimiento.

Al oscilar constantemente, ese movimiento es el que nos hace avanzar para nunca detenernos en nuestras metas.

Sin embargo, en los extremos nada oscila. Todo en ellos, late detenido.

El sacrificio como equilibrio

Cuando buscamos una meta, un objetivo, o simplemente queremos vivir en un horizonte henchido de verdad: debemos sacrificar parte de nuestro tiempo.

Quizás, porque el tiempo es una verdad colmada de obstáculos.

Para encontrar la felicidad debemos encontrar nuestra verdad. Ser una verdad que haga que todo a nuestro alrededor sea verdad.

Pero, el camino de la verdad es un laberinto de obstáculos.

Los obstáculos son desequilibrios cuya finalidad es enseñarnos. No debemos tomar a los obstáculos como lastres, debemos entender a los obstáculos como enseñanzas.

Los obstáculos,
son desequilibrios
que
nos hacen
oscilar en línea recta.

Cuando se huye de una vida de sacrificio: el alma deja de creer, y los horizontes serán de hormigón.

La flexibilidad y la fortaleza

Cuantos más retos nos propongamos, más libres seremos.

En cada reto se inicia una constante serie de nuevas enseñanzas, que nos harán que aprendamos a ser más flexibles.

La flexibilidad en el equilibrio nos hará oscilar para hacernos más fuertes.

Cuando sabemos oscilar, nunca viviremos en un círculo con una única dirección: la desilusión.

En la búsqueda constante del equilibrio, rescataremos antiguos obstáculos que nos harán tener fe en la oscuridad.

Una vez
se ve en la oscuridad,
todo lo luminoso
es únicamente vida.

Sólo desde la luz se pueden atenuar los miedos. Cuando esquivamos un obstáculo, se abre una luz desde la cual la paz es parte de tu alma.

La dualidad

Cuando nos sumergimos en esta sociedad dirigida a la dualidad, se generan hábilmente los enfrentamientos.

Cuando una sociedad ansía la guerra, la dualidad es una parte insondable de su presente.

Nunca debemos vivir
en la dualidad,
la dualidad
es una atroz elección.

Cuando se hacen elecciones a raíz de la dualidad, es imposible la capacidad de corrección.

Sólo desde la flexibilidad se puede corregir.

Los mapas del alma
son flexibles,
se pueden combar
sin perder el equilibrio.

La sabiduría de los límites

Seremos seres plenos, cuando conozcamos nuestros límites.

El conocimiento de los límites nos hace ser conscientes de nuestras imperfecciones. Sólo desde la imperfección se puede entender la realidad.

La realidad
es hábilmente caótica,
pero
tan imperfecta
que únicamente
se puede cambiar.

Nuestra fortaleza reside en cambiar nuestra realidad.

Cuando conocemos nuestros límites podremos retar a nuestro destino.

La función de los límites es conquistarlos, no quedarse en las puertas de los mismos.

Estar vivo es conquistar cada día un pedazo de camino, ver en cada pedazo de oscuridad un anhelo de luz.

Cuando dejamos
de conquistar
nuestros límites
somos un producto terminado.

david-epc

David EPC ©

Todos los derechos reservados y copyright a nombre de David EPC.
Mr. D BOOKS.