Todos poseemos el mismo tiempo a lo largo de un mismo día.

Llegar a tener una mente nítida y una mirada carente de la «visión de túnel» requiere de saber administrar nuestra energía.

Nuestra energía se diluye, se desperdicia cuando nos abandonamos a las emociones.

Nuestro único enemigo son nuestras propias emociones, cuando estas nos dominan.

Cuando nos dominan las emociones, somos seres compulsivos: todas nuestras decisiones, y estrategias vuelven a ser cíclicas.

Las estrategias cíclicas
son
la hoja de ruta del fracaso.

Cuando perdemos, es porque nos sentimos perdedores. Se instaura el fracaso en nosotros, y se genera «la visión de escasez».

Perder
no
es fracasar,
es la estrategia a largo plazo
del éxito.

Perder es una parte noble del juego de la vida. Y, en la vida, debemos retar a la volatilidad del destino.

La forma más eficiente
de vivir
es saber jugar con la vida.

Cuando retamos a la vida con nuestras estrategias somos plenitud, porque caminamos con los dos pies.

En ese camino dejamos de sufrir.

Sufrir
es
caminar a medias.

Cuando estudiamos los pasos futuros, en esa táctica nacen los caminos.

El camino
es
sentir el paraíso dentro.

En los caminos
nacen las posibilidades,
no
las limitaciones.

Todo lo que nos limita son obstáculos que debemos eliminar.

Huir de las distracciones nos hace sobrevivir a los errores, porque poseemos el poder de entendernos a nosotros mismos.

Vigilar
la puerta de la mente
es
el secreto de la abundancia.

En la abundancia no se juzga, únicamente se trata de aprender a ver con otra mirada. El que juzga, juzga por su inseguridad.

En la abundancia todo es seguro, porque todo cohabita en la belleza caótica de la vida.

El secreto de la vida es dejar de mirar a lo que no recibes, para enfocar tu mirada en lo que das.

Te haces rico
cuando
abandonas tu escasez.

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